Y otra vez ese olor en el aire. Es como si miles de copos de nieve y miles de litros de agua helada provenientes de lo más profundo del océano se posaran sobre mi nariz. Azul. Se escucha el sonido del tren que pasa, el viento sur lo acompaña hasta mis oídos.
Otra vez la ropa y las sábanas huelen igual, como una mezcla suava entre menta y jabón, y por qué no algodón.
Siento la transición en mis huesos, mientras los dedos de mis pies comienzan a enfriarse. Observo cómo los tonos marrones comienzan a apoderarse de los tonos verdes, y cómo todo comienza a morir.
Y otra vez la muerte en mi espalda, y otra vez a enfrentar los fantasmas, a aquellos que rondan en la oscuridad y soplan en la nuca los pensamientos más retorcidos, esos a los que el calor ya había derretido.
Comienza a dar una vuelta. El Ciclo.
Un morir para luego renacer.
Busco es páginas viejas alguna pista de cómo afrontar esto nuevo, pero en vano vuelvo a rever lo antes sucesido; no hay nada, solo queda entregarme a la bellaza de la transmutación. Deseo conventirme en topo, adentrarme hasta el centro de la Tierra en busca de calor. Ahora sí, quiero que Ella me trague.
Mil mensajes se han perdido, mil abrazos no son sufientes, mil sueños que no se logran distinguir de la realidda aparecen como fugas de gas en mi memoria. Y como siempre aparece la duda, brillante, acaparando toda la Luz que ilumina lentamente el baño.
Duda, no me deja vivir, ni morir.
1 comentario:
deseo: que la-tu transición sea sin dolor. Con actos auténticos y con fijación en lo escencial. Dejar esa piel vieja de vivóra para que se intergre al suelo!
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